martes, 8 de junio de 2010

EL ANO, ESE GRAN DESCONOCIDO




He encontrado un tema que me fascina a la vez que me abruma. He descubierto que el culo es un tabú en el mundo heterosexual y, verdaderamente, ¡no lo comprendo!
Los heteros hemos aprendido a aceptar absolutamente todo por un motivo: probar no es un delito y que te guste mucho menos.
Hemos aceptado absolutamente todo: que quieran correrse dentro de nuestras bocas (incluso quieren que nos lo traguemos), que nos propongan follar en sitios realmente extraños, que nos pidan cubanas, griegos, franceses y demás momentazos exóticos... pero... ¿ por qué todavía vemos caras arrugadas cuando hablamos de sus culos? ¡Aquí está el problema!
Sus virgenes culos, al igual que sus coches, son EL SÍMBOLO DE LA VIRILIDAD HETERO y, cuanto más apretados y cerrados, más machos se sienten. (Yo diría que deberían sentirse más desgraciados que machos porque ¡no saben lo que se están perdiendo! )
Mi teoría se basa en la influencia de las películas porno. En el porno vemos mujeres que hacen DE TODO y que injustamente marcan el canon de la mejor amante. Hablamos de mamadas imposibles hasta la boca del estómago o de penetraciones "por detrás" más profundas que las reflexiones de Eduard Punset; pero...¿y qué coño pasa con ellos?, ¿por qué ellos piensan que lo único que tienen que hacer es conseguir una polla con un mínimo de 17 cm?
¡¡ EL PORNO AMIGOS, EL PORNO!!


Aquí os dejo un testimonio de un compañero de trabajo que servirá para que todos esos heteros rancios se dejen llevar por la aventura... ¡o no!

“12 de mayo del 2000; este día lo tengo grabado en mi memoria como un recuerdo agridulce.
Mis nervios eran evidentes. Esa noche sabía que iba a perder la virginidad. Llevaba un tiempo con un chico y con un sentimiento romántico ese día me iban a dar por el culo.
Llegamos a casa de un amigo y sabía que allí iba a ser el gran día. Después de relaciones sexuales varias, ese era el momento de entregarme.
Nos desnudamos y después de besos y caricias se acercaba el gran momento. Delicadamente me puso de espaldas en posición fetal, de lado mirando nervioso los posters pegados en aquella habitación. En ese momento la erección se me bajó. No me apetecía que me petaran pero tenía que hacerlo. Todo el mundo me decía que era genial, excitante, indescriptible. El elegido se chupó un dedo y poco a poco me lo fue introduciendo en el ano: ¡extraña sensación!
Mis nervios cerraron mi culito pero mi cabeza luchaba para que se abriera. Durante unos minutos deseaba que aquello pasara; esos minutos se convirtieron en horas. Eran varias las cosas que me preocupaban: si me dolería, si me desgarrarían como a los numerosos famosos de los que se rumoreaba que les habían desgarrado. Por otro lado el olor me aterraba: ¿olería a caca?, ¿y si el dedo salía sucio?. A pesar de los múltiples enemas que llevaba ese día… ¿qué pasaría?
Mi príncipe azul continuaba poco a poco metiéndome los dedos y susurrándome al oído que me relajara y que no me preocupara. Debía notar mi estado de histeria. A pesar de todo yo quería y de ese día no iba a pasar. No quería que siguiera metiéndome los dedos, quería que pasara ya.
Después de insistir de manera enfermiza que se pusiera un condón, llegó el momento. Un gel frío se deslizaba por mi pequeño ano cerrado. La sensación de congelación recorrió mi cuerpo entero.
De repente un objeto grande, caliente y muy muy duro intentaba entrar en mi pequeño culito. Abriéndose paso como un soldado en una batalla, ese pollón (en aquel momento me lo parecía pero con el paso del tiempo me he dado cuenta que era muy normalita) intentando entrar hasta lo más profundo e íntimo de mi ser.
Al cabo de tres empujones, ¡lo logró! pero…¡qué dolor!; algo se rompió dentro, ¿y esto era lo excitante?..¡Una mierda!: era doloroso e incómodo
Cada embestida parecía una puñalada en mi culo y en lugar de una polla parecía un clavo ardiendo. Afortunadamente ese dolor poco a poco se fue transformando en placer. Un placer extraño no experimentado antes y la lástima fue que cuando yo empezaba a disfrutar el elegido ya había acabado. Sacó su polla de un tirón y me dejó el culito escocido. Parecía que estaba al vacío; como si mi culo fuese una botella de Moët Chandon recién descorchada, sólo faltó que saliera volando por los aires.
Gracias a Dios el resto de las veces fueron infinitamente mejores”